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martes, 20 de agosto de 2013

Albert Camus, centenario



       Hoy volvemos con nuestro homenaje a la lengua francesa, como hemos venido haciendo durante el curso escolar pasado, y qué mejor ocasión que recordar que dentro de unos meses, Albert Camus, hubiera cumplirdo 100 años, así que no dudamos que en su país y en el resto del mundo los homenajes se sucederán en su primer Centenario, pero nosotros hoy queremos recordar un pequeño detalle de su biografía que lo honra como humano, y significa su homenaje al magisterio universal, la devoción que mostró durante toda su vida por su maestro de escuela.



        Albert Camus, (Mondovi, Argelia (colonia francesa), 7 de noviembre de 1913 - Villeblevin, Francia, 4 de enero de 1960) fue un novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia.
       En su variada obra desarrolló un humanismo fundado en la conciencia del absurdo de la condición humana. En 1957, a la edad de 44 años, se le concedió el Premio Nobel de Literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy». Algunas de sus más celebradas obras,  El extranjero (L'étranger) (1942), La peste (La peste) (1947), La caída (La chute) (1956) y El exilio y el reino (L'exil et le royaume) (1957).

 

                   La curiosidad viene durante la ceremonia del premio Nobel, cuando dedicó el discurso  a su maestro de escuela primaria, monsieur Germain, y después de la entrega le escribió una carta muy sentida para expresarle cuánto le debía: 

          “Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, no hubiera sucedido nada de esto… Sus esfuerzos, el corazón generoso que usted puso en ello, continuarán siempre vivos en uno de aquellos escolares, que pese  a los años no ha dejado de ser su alumno agradecido”.


         Aquel maestro se había empeñado en que un alumno lleno de talento que se llamaba Albert Camus estudiara el bachillerato, e hizo todo lo que pudo para conseguirlo.  Hubo de vencer, en primer lugar, las reticencias de una familia pobre que necesitaba el dinero que aquel muchacho podía aportar.
      Camus, que era un chaval listo, hijo de una madre sordo-muda y de un padre muerto en la Primera Guerra Mundial, creció en el barrio obrero de  Bellcourt, en Argel, entre árabes pobres, al cuidado de su abuela.
Monsieur Germain, su maestro, le contestó a la carta:

      “Creo conocer bien al simpático hombrecillo que eras. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. El éxito  no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo el mismo Camus”.

          Y lo siguió siendo hasta su prematura muerte.



          (Joaquín Leguina nos ofrece este modesto testimonio en “El escritor y su compromiso”, un pequeño ensayo que forma parte del interesante libro, Impostores y otros artistas, Palencia Cálamo, 2013, (2ª ed.).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que puede hacer un maestro.
Mª Ángeles.

Acabo de leer...y me gusta. dijo...

Un magisterio dignifica toda una vida, sin duda. Un homenaje para todos los docentes del mundo.
Biblioteca

Cristina Davó Rubí dijo...

Gracias, bloggero, por sacar a la luz esta curiosidad tan hermosa sobre Camus. Vale la pena ser maestro para dejar huella en al menos uno de nuestros alumnos. Alentar a los jóvenes, además de enseñarles, es nuestra misión. Quíén sabe si en nuestros pupitres se sienta algún futuro Nobel.