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domingo, 9 de septiembre de 2012

Calendario literario (2)

      Para los amantes de Isak Dinesen y su obra más conocida, un breve texto de Lejos de África (1937) y unos fotogramas de su versión de cine, Memorias de África, que Sidney Pollack filmó en 1985, coprotagonziada por Meryl Streep, Robert Redford y Kalus Maria Brandauer, con música de John Barry.


         7 Oscars: Mejor película, director, guión, fotografía, dir. artística, bso, sonido.
         Globos de Oro: Mejor película: Drama
         Premios David di Donatello: Mejor película y actriz extranjera (Meryl Streep).





                    La Granja de Ngong


                           Yo tenía una granja en África, al pie de las coli­nas de Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras al­tas a un centenar de millas al norte, y la granja se asen­taba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosega­das, y las noches frías.
                           La situación geográfica y la altitud se combina­ban para formar un paisaje único en el mundo. No era ni excesivo ni opulento; era el África destilada a seis mil pies de altura, como la intensa y refinada esencia de un continente. Los colores eran secos y quemados, como los colores en cerámica. Los árboles tenían un follaje luminoso y delicado, de estructura diferente a la de los árboles en Europa; no crecían en arco ni en cú­pula, sino en capas horizontales, y su forma daba a los altos árboles solitarios un parecido con las palmeras, o un aire romántico y heroico, como barcos aparejados con las velas cargadas, y los linderos del bosque tenían una extraña apariencia, como si el bosque entero vibra-se ligeramente. Las desnudas y retorcidas acacias crecían aquí y allá entre la hierba de las grandes praderas, y la hierba tenía un aroma como de tomillo y arrayán de los pantanos; en algunos lugares el olor era tan fuerte que escocía las narices. Todas las flores que encontrabas en las praderas o entre las trepadoras y lianas de los bos­ques nativos eran diminutas, como flores de las dunas; tan sólo en el mismísimo principio de las grandes llu­vias crecía un cierto número de grandes y pesados lirios muy olorosos. Las panorámicas eran inmensamente vacías. Todo lo que se veía estaba hecho para la grande­za y la libertad, y poseía una inigualable nobleza.

                                        Karen Blixen en su madrurez.

                                  La principal característica del paisaje y de tu vida en él era el aire. Al recordar una estancia en las tierras altas africanas te impresiona el sentimiento de haber vivido durante un tiempo en el aire. Lo habitual era que el cielo tuviera un color azul pálido o violeta, con una profusión de nubes poderosas, ingrávidas, siempre cambiantes, encumbradas y flotantes, pero también tenía un vigor azulado, y a corta distancia co­loreaba con un azul intenso y fresco las cadenas de coli­nas y los bosques. A mediodía el aire estaba vivo sobre la tierra, como una llama; centelleaba, se ondulaba y brillaba como agua fluyendo, reflejaba y duplicaba to­dos los objetos, creando una gran Fata Morgana. Allí arriba respirabas a gusto y absorbía seguridad vital y li­gereza de corazón. En las tierras altas te despertabas por la mañana y pensabas: «Estoy donde debo estar.»

2 comentarios:

Lucía dijo...

Y para los que la desconocían empiecen a amarla.

Cristina Davó Rubí dijo...

Inolvidable interpretación de Meryl Streep y Robert Redford. Y bellísimo pasaje elegido de la obra de Dinesen. La película, sin duda, hace justicia a los paisajes descritos y a la sensación inigualable de formar parte de ellos.