Tal día como hoy, fallece Chéjov:
Antón Pávlovich Chéjov
Nacido en Taganrog, Crimea, en 1860, hijo de un hombre formado y educado en un fanatismo religioso rígido y de una joven, hija de un comerciante de telas, vivió los primeros años de su vida entre cajones de té, salmuera, vodka, petróleo, objetos religiosos y otras mercancías de la tienda de su padre, donde abriría los ojos al futuro de la realidad social de su país. Arrastró el recuerdo de una infancia desagradable e infeliz que incluyó el maltrato que le propinaba el padre a quien siempre odió. Estas vivencias las describió en uno de sus mejores cuentos, «Vanka», una patética visión sobre una infancia infeliz que se sucederá en el resto de su obra.
Chéjov pasó gran parte de sus 44 años gravemente enfermo a causa de la tuberculosis que contrajo de sus pacientes a finales de 1880. La enfermedad lo obligó a pasar largas temporadas en Niza (Francia) y posteriormente en Yalta (Crimea), ya que el clima templado de estas zonas era preferible a los crueles inviernos rusos.
En mayo de 1904 ya se encontraba bastante mal, por lo que el 3 de junio, según el calendario juliano, se trasladó junto con su mujer Olga al spa alemán de Badenweiler, en
la Selva Negra. Desde allí escribió cartas a su hermana Masha, en las que se podía apreciar que Chéjov estaba animado. En ellas describía las comidas que le servían y los alrededores, y aseguraba que se estaba recuperando. En su última carta, se quejaba del modo de vestir de las mujeres alemanas. Fallece el 2 de julio, según el gregoriano, el 15 de julio.
Su cuerpo fue trasladado a Moscú en un vagón de tren refrigerado que se usaba para transportar ostras, hecho que molestó a Máximo Gorka.Está enterrado junto a su padre en el cementerio Novodévichi en Moscú.
Fue el escritor capaz de definir a un personaje en dos palabras, poseía una extraña habilidad para configurar en dos pinceladas una atmósfera, para situar al lector en los umbrales, acercarlo al zaguán de una vida, o hacernos retroceder y mirar desde la acera de enfrente, para que, junto a él, imaginemos o inventemos todo un universo literario, estas son palabras de Soledad Puértolas, a propósito del arte de este genio de la literatura breve.
El crítico y estudioso Gatto, afirma que «el conjunto de la obra del autor ruso ofrece una unidad un tanto rara en un escritor, cuya actividad se desarrolla en contacto con las tendencias más diversas de una época preocupada en hallar experiencias nuevas. Inmerso en la corriente realista, a la cual la literatura rusa debe su lugar en la literatura universal, como ideólogo, como psicólogo, Chéjov, halló las fuentes de su originalidad en los períodos de su juventud y primera madurez que coinciden con el triste momento de la reacción de Alejandro III y el primer decenio del reinado de Nicolás II. Al clima de estos períodos deben los cuentos de Chéjov el tono pesimista». La estela de Chejov se extiende a los rusos Gorki y Bunin, sigue en los nombres de Bábel, Mansfield, Munro, maestro de las mejores generaciones de cuentistas norteamericanos, Anderson, Hemingway, Cheever, Welty, Carver, en España, influye en Clarín, Pardo Bazán, Rodoreda, o los mejores representantes de los 50, Aldecoa y Fraile, hasta llegar a las jóvenes generaciones, el más chejoviano, Miguel Ángel Muñoz y la carversiana, Cristina Cerrada, ejemplos de actualidad.
Anton Chéjov (1860-1904)