Bajo la misma estrella
Autora: Monyca Ivailova VoynovaCurso: 1º ESO-D
IES Albujaira, Huércal-Overa (Almería)
Bajo la misma estrella, de John Green, cuenta la historia de dos
adolescentes, Hazel Grace y Agustus Waters, que se conocen por medio de un
grupo de apoyo a jóvenes con cáncer.
La protagonista y narradora es Hazel
Grace, que cuenta durante toda la novela sus preocupaciones, sentimientos y
pensamientos. Una cosa que nombra que le molesta mucho es que la gente se le
queda mirando, porque tiene un cáncer de pulmón y lleva siempre consigo una
bombona de aire y unos tubitos conectados a la nariz. En realidad, lo que le
molesta no es que se queden mirándola, sino saber que le tienen lástima por
ello. John Green hace que los lectores no le tengamos lástima y que no culpemos
al cáncer de las desgracias de Hazel, a pesar de que el cáncer tiene la culpa;
de ahí, el título en inglés, que es The
Fault In Our Stars, la traducción sería La culpa en nuestras estrellas, o sea que la culpa no la
tienen las personas sino sus estrellas.
Es una metáfora para decir que tienes que
sobrellevar lo que te da la vida y ver el lado bueno, que es lo que hace Hazel.
Ella es consciente de que es una carga muy pesada y no sólo para ella, sino
también para sus padres. Sabe que lo va a tener para toda la vida y lucha por
alargar el plazo. Ella es consciente de esto, pero de una u otra manera Gus le
enseña a ver un montón de otras cosas que tiene la vida.
Lo que más me gusta de esta novela es que
Hazel y Gus basan su amistad en un libro llamado Un dolor imperial. Tienen muchas dudas sobre el libro,
hablan sobre el libro y usan líneas del libro. Ellos deciden cruzar el océano
para ir a conocer al escritor y que éste les resuelva todas sus dudas. En ese
viaje consiguen aprender muchas más cosas de las que esperaban, y no solamente
del libro que motiva el viaje.
Además, el libro tiene tanto partes
cómicas como tristes, está lleno de metáforas, no es una historia deprimente de
cáncer como parece en un principio y el final deja sin palabras a todos los
lectores. El autor, John Green, dice que se sentía bastante intimidado porque
era la primera vez que iba a escribir desde una perspectiva femenina, pero él
dijo que esta historia no podía ser contada de ninguna otra manera, no podía
ser contada con un narrador o por Augutus Waters. Si la hubiese contado con un
narrador probablemente sí que podríamos haber sentido lástima por los
personajes.
Y, como he dicho, me encanta que esto no
sea así.
Charlie y la fábrica de chocolate
Autora: Lola Pastor Gómez
Curso: 1º ESO-C
IES Albujaira, Huércal-Overa (Almería)
Curso: 1º ESO-C
IES Albujaira, Huércal-Overa (Almería)
A mí me encanta leer, creo que es una buena forma de
aprender. Desde pequeña he leído mucho. Mis cuentos favoritos han sido Los Aristogatos y La
Cenicienta. Me acuerdo que mi madre me los leía
siempre antes de dormir. Todavía tengo en mi estantería todos esos cuentos.
Pero si tengo que hablar de mi libro
preferido, he de recordar el día que mi hermano entró por la puerta y dijo que
en el instituto tenían que leerse el libro de Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl. A mí ese
título me llamó mucho la atención. Cuando cumplí un par de años más, me pedí
ese libro para mi cumpleaños. El libro trata sobre una familia muy pobre que
apenas tenían para comer. Charlie, que así se llamaba el protagonista, vivía en
esa casa con sus cuatros abuelos y sus padres. A Charlie le encantaba escuchar
las historias que sus abuelos le contaban.
Una vez, su abuelo le contó una historia
sobre el dueño de la famosa fábrica de chocolate, Willy Wonka. Para ellos era
un genio y la fábrica hacía los mejores chocolates. Los abuelos le contaron que
hacía diez años que Wonka no salía de su fábrica. Todo esto era porque los
dueños de otras fábricas habían metido empleados como espías para robarle los
secretos de los chocolates. Entonces Wonka decidió despedir a todos los
trabajadores, uno de ellos el abuelo de Charlie. En ese mismo instante entró el
padre de Charlie por la puerta con el periódico. En el periódico leyeron que la
fábrica de chocolates abría para unos cuantos afortunados. Willy Wonka había
escondido cinco boletos dorados en el interior de sus chocolatinas. Los cinco
chicos que las encontrasen podrían visitar la fábrica por un día. A Charlie
solo le daban una chocolatina al año, para su cumpleaños, debido a que eran
pobres.
El primer chico que encontró el boleto fue
Augusto Gloop, un niño muy gordo que comía chocolate todo el día. La segunda
fue una chica, Violet Beauregard, una niña que mascaba chicle todo el día. El
siguiente fue Mike Tevé, un niño que se pasaba todo el día viendo la tele. La
cuarta chica fue Veruca Salt, una niña a la que los padres malcriaban y le
habían comprado miles de chocolatinas. Solo quedaba un billete, así que el
abuelo le dio sus ahorros a Charlie para que comprara una chocolatina, pero no
tuvieron suerte.
Una tarde Charlie se encontró en la calle
una moneda y sin pensárselo fue a comprar una chocolatina. En ella encontró el
quinto y último boleto dorado. Fue a casa y se lo contó a toda su familia.
Todos decidieron que quien acompañaría a Charlie sería el abuelo. Llegó el gran
día y Willy Wonka los recibió en la puerta de su fábrica. Entraron y caminaron
hasta llegar al “recinto de chocolate”, una sala en la que todo era comestible.
Allí conocieron a los Oompa Loompas, pequeños hombrecitos que Wonka había
traído de África como trabajadores. Augusto Gloop, por ser tan glotón, se cayó
en el río de chocolate, luego unos tubos lo succionaron y se lo llevaron a otra
parte de la fábrica. Augusto aprendió una lección y era que comer tantos dulces
no era saludable. Continuaron el paseo hasta llegar a “la sala de invenciones”.
Violeta cogió un chicle de esa sala y lo masticó. De repente, comenzó a
hincharse y a ponerse morada. Violeta aprendió una lección y era que mascar
tanto chicle no era bueno. Llegaron a una sala donde había muchas ardillas que
se encargaban de separar las nueces de sus cáscaras. Veruca se encaprichó y
corrió a coger una de esas ardillas. Las ardillas se enfadaron y decidieron
tirarla a un pozo. Veruca aprendió una lección y era que no siempre se puede
tener todo lo que se quiere. Continuaron el paseo y subieron a un ascensor de
cristal. Mike Tevé le dio a un botón y llegaron a una habitación de la fábrica
con muchas teles. Mike se transformó en alguien muy pequeño, él aprendió otra
lección y era que ver tanta televisión es malo. Solo quedaba Charlie y eso
significaba que era el ganador: ¡había ganado la fábrica de chocolate! Wonka le
contó que era muy viejo y no tenía familia, por eso había hecho esta especie de
concurso. Como Charlie fue el ganador, Wonka decide traer a toda la familia de
Charlie a vivir a la fábrica.
Este es mi libro preferido, me lo he leído
innumerables veces y me lo volvería a leer otra vez más, sin dudarlo.
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